Desde la más remota antigüedad, el hombre ha necesitado saber y conocer cuanto le rodea en sus dimensiones más profundas. Si aceptamos que todo cuanto nos rodea o hacemos es una relación de elementos y acciones (algo parecido a una relación de causa y efecto), se podría decir que en nuestro entorno el azar no existe, cada cosa queda justificada por la existencia de otras y cada persona se debe a su entorno y al resto de las personas con las que convive y está, como podemos observar en los Arquetipos en el Tarot.
En términos científicos, se podría decir que la comprensión de ciertos principios similares, puede ser no solo el punto de partida de la comprensión del universo, de cuanto nos rodea, sino que también una experiencia psíquica o mística, la cual en toda previsión de futuro se puede manifestar en un sistema de símbolos que viene a ser un reflejo del universo.
Para determinar ese mundo y esa realidad, desde la abstracción, están los símbolos y los arquetipos. La simbología, para la mayoría de los filósofos contemporáneos, nació con el pensamiento humano. Desde que el hombre tiene capacidad de reflexión y pensamiento, tiene la fascinante capacidad de abstraerse del plano de lo real mediante la ayuda de ciertos signos arquetípicos. Para muchos estudiosos, es el inconsciente quien posee distintas reminiscencias personales, elementos que alguna vez fueron parte de la consciencia pero que, por distintas causas, fueron rechazados por el individuo. Es un apartado de nuestra mente donde la consciencia no llega, viene y está con nosotros sin nosotros saberlo. Es lo que muchos psicólogos han definido como “inconsciente personal”.
Arquetipos en el Tarot, el inconsciente colectivo
Existe además, otra región cerebral mucho más profunda que la anterior, el definido como “inconsciente colectivo”. Esta región, para los estudios, contiene facetas para nuestra vida normal tan importantes como un lenguaje común a todos los seres humanos de todos los tiempos generado por la propia necesidad de comunicar y comunicarse; a su vez, este “inconsciente colectivo” está formado por primitivos símbolos con el que se expresa el contenido de la psique que está, como hemos dicho, en un grado de inconsciencia más profunda que el resto de los “apartados” o “segmentos” de nuestro inconsciente.
Quizá este “inconsciente colectivo” de de entre todos, el más primario, antiguo y común de todas las formas de psique se pueden estudiar por la psicología, para algunos estudiosos incluso nos puede retrotraer a cuando el hombre era aún primate. Este inconsciente colectivo, no cuenta con ninguna localización en nuestro cerebro, sino que se extiende de generación en generación como una presencia universal. En este inconsciente profundo, las imágenes personales han quedado desdibujadas, han desaparecido, dando lugar a unos símbolos comunes a todos los humanos: los arquetipos.
Dichos arquetipos son imágenes esenciales, una especie de memoria virtual y colectiva, transmitida hereditariamente, pero algo ajeno a la propia experiencia del individuo. Representan los mitos olvidados, la simbología profunda de las cosas, los dioses, los demonios, todas las experiencias colectivas de la raza humana. Son precisamente este tipo de simbología, profunda y universal, los llamados arquetipos, los elementos básicos en los que se asienta el Tarot, asociado a la cábala.
Son universales
Se podría decir, a modo de colofón, que precisamente el valor del Tarot radica en la atemporalidad de sus arquetipos, de sus símbolos primaros y universales, donde se pretende reflejar un espacio y un contexto, universal, al través de los arquetipos y una simbología que transgrede lo contextual, porque tiene una naturaleza, como hemos dicho, universal y profunda en su significación.
Una vez definido este concepto, será cuestión del propio lector el hecho de cómo y por qué interprete los arquetipos puestos boca arriba sobre la mesa ante las preguntas de su interlocutor.
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